miércoles, 12 de junio de 2013

IMAGINERIA Y EBORARIA ROMANICA



En el panorama de la escultura románica, la imaginería en madera y marfil (eboraria) son frecuentemente olvidadas o relegadas a un segundo término, cuando en realidad forman parte del global mundo artístico y simbólico del románico.
Imaginería románica en madera
Con gran diferencia sobre otros motivos, fueron la Virgen con el Niño y el Cristo crucificado los más representados a partir del siglo XII y durante gran parte de la Edad Media en la imaginería religiosa. Partiendo de iconografías muy homogéneas, sólo la evolución progresiva al naturalismo gótico va a introducir cambios sustanciales en su representación.
Estas imágenes se creaban para los altares de las iglesias y llegaron a provocar intensa devoción, ya que para el hombre medieval era más fácil proyectar sus sentimientos piadosos sobre una escultura de bulto redondo, a la vez que solicitarle sus favores. En definitiva se lograba "acercar", mediante estas tallas, la divinidad al humilde hombre del pueblo. En el caso de la representación de María, además, se lograba reconducir el culto pagano a los ídolos y divinidades femeninas -todavía frecuentes en muchas regiones europeas en la alta Edad Media- a la cristiana Virgen María.
En ocasiones, estas piezas guardaban en su interior reliquias, con lo que su valor y devoción aumentaban de manera considerable.
Estas tallas se realizaban con maderas del lugar: pino, roble, etc. vaciando la parte posterior para evitar fracturas al secar. La superficie frontal esculpida se cubría con una tela y una capa de estuco para dejar una superficie lisa sobre la que policromar con temple.
En el caso de estar al servicio de catedrales y grandes monasterios, con gran poder económico, estas tallas podían ser recubiertas con metales y piedras preciosas.
El patrimonio de tallas de madera románicas de la Virgen con el niño ("Vírgenes románicas") y del crucificado ("Cristos románicos") es impresionante en las iglesias de buena parte de España, todo ello a pesar de las frecuentes destrucciones, expolios y ventas a particulares y museos. Algunas de piezas de imaginería en madera son sublimes en belleza y perfección, aunque abundan más las de carácter popular con su adorable e ingenua rudeza.
La Virgen y el Niño en la imaginería románica
La Virgen no suele representarse sola sino, únicamente, junto a Jesús, como Madre de Dios (Theotokos).
Una de las representaciones más frecuentes de la imaginería románica en madera, como hemos visto, es el grupo Virgen - Niño, aunque coloquialmente se las conoce como "vírgenes románicas".
La devoción mariana es cosa fundamentalmente del siglo XII. En España son los monasterios cistercienses y premostratenses los que más hacen por su veneración.
Las primeras manifestaciones de "Vírgenes románicas" son las del tipo Sedes Sapientiae o Trono de la Sabiduría, de tradición bizantina. En estas representaciones la Virgen se convierte en el trono viviente de Dios.
Para ello, se empleaban dos bloques de madera. Uno para la Virgen y el otro para el Niño.
Las esculturas son completamente simétricas y frontales, donde el hieratismo simbólico del románico se expresa con toda su fuerza. El rostro de ambos es solemne y serio, y en el caso de Jesucristo su carácter infantil es mitigado por unos rasgos propios de una persona de mayor edad, lo que le confiere el aspecto formal de su naturaleza divina, pleno de sabiduría. María alberga a su Hijo en el regazo sin mayor contacto ni comunicación, ya que sus brazos se colocan en ángulo recto separados del cuerpo del Niño, simulando los reposabrazos de un trono. En ocasiones la mano derecha de la Virgen lleva la manzana del Paraíso.
Jesús es representado también frontalmente, con su mano derecha bendiciendo y la izquierda portando los Evangelios o una bola (en representación del mundo). Nada hace suponer una relación maternal/filial entre ambos ya que lo que se persigue es la representación serena y profunda de su divinidad. En la fotografía superior se muestra la Virgen de Coll (amablemente cedida por www.vicromanic.com).
Añadiremos que durante la Edad Media también se representaba, aunque mucho más excepcionalmente, un interesante grupo constituido por Santa Ana (madre de María) que se halla sentada teniendo en su regazo a la Virgen -de menor tamaño- que a su vez sujeta sobre sus piernas al Niño Jesús.
La Virgen y el Niño en la imaginería gótica
A medida que avanza el siglo XII y se inicia el XIII, con los aires góticos la composición de la Virgen y el Niño evoluciona de manera naturalista. La férrea simetría se pierde. El Niño se desplaza y suele ser representado sentado sobre la rodilla izquierda de su madre en posición no frontal sino mirando hacia su derecha.

Los rasgos de ambos se hacen más dulces y sonrientes. Jesús recupera su carácter infantil y María contacta con el cuerpo -colocando su mano sobre el hombro o la cadera- de su hijo en señal de afecto y protección.
Cristos románicos
Parece que la representación de Cristo en la cruz es de origen bizantino, donde se comenzó a representar así para explicar la naturaleza divina de Cristo en tiempos de las primeras herejías sobre el tema.
La figura del crucificado en madera del periodo románico clásico hereda del modelo bizantino su profundo simbolismo de divinidad. Se trata de expresar la victoria de Cristo sobre la muerte y, de paso, la salvación de la humanidad. En la imagen superior se muestra el Cristo de Torres del Río (Navarra).
Para ello, el cuerpo reposa -más que cuelga- sobre la cruz mediante cuatro clavos (uno para cada extremidad) adoptando una estructura simétrica y perpendicular con los brazos extendidos horizontalmente y el cuerpo vertical sin distorsión alguna salvo una ligera flexión de las rodillas (por esta razón, lo normal era emplear un bloque de madera para el cuerpo y otro para los brazos). Los pies se apoyan sobre el "suppedaneum". La anatomía es esquemática -básicamente se resaltan los pectorales y costillas- y su cuerpo es parcialmente tapado mediante un lienzo anudado a la cintura que llega hasta las rodillas, llamado perizonium o paño de pureza.
El rostro de Jesús es tallado con los ojos abiertos -vivo- o cerrados, pero en ambos casos con expresión de absoluta serenidad. Mira al frente o tiene la cabeza ligeramente inclinada a su derecha. Puede llevar corona o diadema como símbolo de majestad.
Paralelo a estos modelos se desarrolló en algunos lugares de Rosellón y Cataluña una corriente iconográfica posiblemente basada en el Apocalipsis de San Juan, en que Cristo aparece con una túnica ceñida (túnica manicata), gloriosamente vivo o resucitado. Son las llamadas "Majestades" o "Majestats". En la foto aparece la Majestat de Lluçà, en el Museo de Vic (imagen amablemente cedida por www.vicromanic.com). Otros tipos de crucificados románicos, ajenos al ámbito español, son los crucificados siriacos (con túnica sin mangas) y los crucificados germánicos (más realistas, muertos y desnudos y con el vientre abultado).
Descendimiento
Una variedad de representación de Cristo de la imaginería románica es la del Descendimiento de la Cruz. Esta escena, llena de dramatismo y piedad, fue representada abundantemente en la escultura pétrea y la pintura, principalmente, pero también en la imaginería de madera. En Cataluña nos han llegado grupos de Descendimiento muy valiosos.

Las esculturas de madera de Cristo Crucificado podemos encontrarlas en solitario o acompañadas de otros dos personajes de la máxima relevancia como son la Virgen María y San Juan Evangelista. En este último caso el grupo se denomina Calvario.
Evolución hacia el gótico
Durante el siglo XIII la rígida y "divina" composición románica del crucificado evoluciona hacia el "humanismo" gótico. Cristo aparece ya muerto con los ojos cerrado con su cabeza inclinada sensiblemente hacia el hombro derecho. El rostro continúa reflejando impasibilidad, con la boca cerrada. En la imagen inferior, un Cristo del siglo XIII depositado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid denota estas características.
Ya en pleno periodo gótico, aparece una distorsión progresiva de la figura que aparece colgada de manera sinuosa sobre la cruz, con la rodilla flexionada y el pie derecho sobre el izquierdo (con un solo clavo), desapareciendo el suppedaneum románico, y los brazos son ligeramente doblados por los codos. La sangre aparece en abundancia, así como las muestras de dolor. La corona regia es sustituida por la de espinas. El perizonium pierde su verticalidad románica y se acorta.
Esta representación dramática y conmovedora del "Cristo Gótico" alejada ya del símbolo románico es reflejada en las "Revelaciones" de Santa Brígida, escritas en el siglo XIV:
"Estaba coronado de espinas. Los ojos, las orejas y la barba chorreaban sangre; tenía las mandíbulas distendidas, la boca entreabierta, la lengua sanguinolenta. El vientre encogido tocaba la espalda, como si no tuviera intestinos».
Marfiles románicos (Eboraria románica)
A diferencia de la imaginería o escultura en madera, que estaba al alcance de todos por su humildad, la escultura en marfil (eboraria) quedaba relegada a talleres regios o monásticos de primer orden ya que durante la Edad Media este exótico material era considerado tan valioso como el mismísimo oro.
De hecho, lo más frecuente era combinarlo con metales y piedras preciosas o con esmaltes en la creación de objetos de culto o suntuarios, como cubiertas de códices (por ejemplo: Biblias), arquetas, relicarios, etc.
El uso del marfil para artes menores "de lujo" procede de la antigüedad tardía. Se obtenía a partir de los colmillos de elefantes africanos y también de las dentinas de hipopótamos y dientes de narvales, cachalotes y morsas, incluyendo el cuerno pardo de rinoceronte.
La razón de su demanda y elevada valoración era que debido a su microtextura se podían ejecutar esculturas de pequeño tamaño con gran nivel de detalle obteniendo superficies suaves y perfiladas que no podían alcanzarse con la madera, dada la textura más gruesa e irregular del material lígneo.

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